En la casa de mis papás aún hay varias cosas que están ahí desde que se casaron, hace más de 25 años. Sillones que se han modificado y retapizado cientos de veces, veladores que están tal cual como les llegaron de parte del tío-amigo-abuelo, loza con varias piezas de menos, adornos pegados con la gotita, manteles parchados, y así…

Antes era así, las cosas eran de buena calidad y duraban mucho (y cuando se rompían, se arreglaban), incluso pasaban de generación en generación. Mi abuelo me contaba que cuando se les hizo chico el comedor que tenían de recién casados, se lo regalaron a una hermana de él, y después a otro amigo o familiar más.

En cambio hoy, la mayoría de las cosas que compramos para amoblar y decorar nuestras casas son totalmente desechables, cojines que pasan de moda al año, sillas de comedor que se rompen, loza que se deforma, vasos que son tan baratos que no nos importa que se quiebren y los tengamos que tirar al basurero.

Es así, como tiramos y tiramos escombros, basura y cosas inservibles a nuestro medio ambiente. Y nos olvidamos de que en este tema, también hay que tener conciencia ecológica. No basta con reciclar la basura, hacer compost, andar en bicicleta, etcétera, siempre se puede hacer más. Y en este caso lo que podemos hacer es reciclar lo que ya tenemos (un cojin viejo se puede renovar con sólo una funda), comprar muebles usados o antiguos, regalar lo que ya no nos gusta, y, en resumen, comprar menos y mejores cosas. Así, nuestra casa no termina entera en el punto limpio y ayudamos a que haya menos basura en nuestro planeta.

Foto: Etsy